A lo largo de los años he escuchado muchísimas prédicas, consejos, testimonios e historias de cómo Dios obra en nuestras vidas. Siempre hay historias de personas que lo perdieron todo, que sufrieron una enfermedad, que atravesaron circunstancias difíciles y se acercaron a Dios. Pero hoy te quiero hablar de alguien que vio un milagro de Dios y huyó.
Elías era el profeta de Dios en Israel. Había confrontado a la reina y a sus profetas falsos, quienes adoraban al dios Baal. Se reunieron, cada uno puso un altar y el trato fue: el Dios que responda con fuego en el altar es el Dios verdadero.
¡Adivinen que! El Dios verdadero respondió con fuego, y por esta razón Elías eliminó (literal) a los profetas falsos, porque no podían seguir enseñando al pueblo algo falso. Como respuesta a esto, la reina mandó a matar a Elías, y él, a pesar de haber visto fuego del cielo enviado por Dios, decidió huir.
Pensando un poco, ¿acaso el Dios que envió fuego no podía protegerlo de la reina Jezabel? Claro que si, pero así somos, a pesar de ver las señales de Dios a veces huimos… y bien lejos.
Todo pastor, líder, consejero, ministro o cristiano habría dicho “Elías no huyas, arrodíllate y pide a Dios protección”, claro, eso dicta el manual de procedimientos, pero realmente tenía miedo. No siempre los cristianos hacemos lo que “deberíamos hacer”, pero Dios sí lo hace.
Dios no abandonó al acobardado Elías, le permitió esconderse, huir, tener miedo. De hecho fue en su encuentro, le dio alimento, le dio esperanza, le pidió que regrese y siga con el plan de liberar al pueblo de la opresión de la reina Jezabel. Dios no cambia su plan aunque tú huyas, de hecho él va a tu encuentro.
Probablemente estás escondido, estás huyendo, tranquilo, el Dios que te creó sabe a donde irás, él te acompañará incluso en este tiempo de temor. Y cuando sea su tiempo te dirá “Es tiempo de regresar, no estás solo, yo voy contigo.”